Poetas de Uribelarrea (II)

Pueblo: costumbres, leyendas, vidas, Un duende soñador, La belleza, A mi mejor amiga y Uribe son textos escritos en el marco del Encuentro de Artistas de Uribelarrea, realizado el domingo 18 de mayo.

Pueblo: costumbres, leyendas, vidas

Por César Pagano (nacido y criado en Mercedes)


Me da sonrojo, Don Miguel, manosear tu espacio. Más provinciano y argentino como tú; tus espacios y tiempos de tierra y agua y aire y fuego nos hermana. Paisajes de la tierra, paisajes del alma, paisajes de Uribelarrea.
El sol ya había despuntado. Iba tranquilo, ya por el camino de acceso, cuando de pronto se nos nubla la vista, se me empañan los anteojos y el parabrisas: encuentro con la humareda. Me dije: “La pucha que lo tiró, me equivoque de ruta. Tomé la nueve, y otra vez, Lucifer en chispas y humo. No, boleado. Es el humo de la choricera”.
Con tantas descargas de serrucho, sierras, herramientas de corte, pinceles y pinturas, un vecino del pueblo creyó que se venía la poda y pintada de cal de los troncos (cosa sana, salud, contra los bichos... dicen). ¡No, señores! Son los hacedores de la escultura y pintura con sus bagajes.

Hubo un tiempo no muy lejano de vida tranquila, de tranqueras abiertas. Hubo un tiempo en que el cielo y la tierra eran una misma cosa. Tiempo de galopeadas y de bochas, de taperas y pelota paleta, de ginebra, sulkys y taba. Luz de vela, farol de noche y baile en los galpones del ferrocarril pegados a la estación. Tiempo de curanderos de empachos, parásitos y la palabra santa para el dolor de muela. Los vecinos eran el carnicero, el herrero, el maestro, el jefe de la estación, un cura de vez en cuanto, y otros más.
Luego vino el silencio.
Ese silencio que es la voz del alma.
Y cientos de pueblos nacidos a fines del siglo XIX perdieron su razón de ser... primero el aislamiento y luego al olvido.
Don Miguel, danos una mano...
Nos encontramos el año que viene, si Dios y el auto quieren.

Un duende soñador

Por Chola Rizzi (ysolinpoemas@hotmail.com).

¡Hola, Uribe, qué tal, se te saluda,
un placer nuevamente visitarte,
y recorrer tu entorno centenario
con esa paz que irradia tu andamiaje!

Hola, Uribe, te nombro y me emocionan
los recuerdos en alas ya distantes,
un camino, la escuela, el viejo cura,
y el color de su fe inquebrantable.

Tienes un no sé qué de misterioso
que ronda en el más mínimo detalle,
cual aureola silente que derrama
halos de santidad en cada instante.

En tu suelo frutal de surco y huella,
un duende soñador quiso alumbrarte,
antiguo dueño de tu noble tierra
plena de calidez en habitantes.

Hoy te pueblan sonidos bullangueros
tintinean cascabeles siderales
al rumor de una fiesta colorida
por la plaza, veredas y tus calles.

Y a la Virgen de Luján, cual fiel custodia,
con su manto de amor la Virgen Madre
quizá sea la hacedora de este encuentro
con la mágica alegría en el paisaje.

¡Hola, Uribe, qué tal... se te saluda!!

La belleza

Por Oscar Eduardo Romero

¿La belleza dónde está? Me lo pregunté a veces y no podía describir tal cosa; ella se encuentra en todos lados, se desliza, se descuelga, brilla, murmura se entrelaza con la brisa, con la juventud y la vejez, todo es como música, poesía, bálsamo remedio y cura. Y qué notable: a ella siempre la acompaña el amor y ríen juntos, se divierten, me invitan y me contagian, que suerte que están en la vida y me sumaron a corretear con ellos en la plaza, el campo y la ciudad, siempre están cerca y cuantas veces yo, pase de largo y ahora me los cruzo, tan seguido, aquí están con ustedes también. Entonces alégrennos juntos, ésta es la belleza, siempre tan bien acompañada.

A mi mejor amiga

Por María Fernanda

Amiga, como te quiero. Sos una persona increíble, sos la única que me comprende en los momentos difíciles cuando más te necesito estás, no importa lo hora, el lugar, el lugar, solo estás.
Qué te puedo decir, sos mi todo, sos las orejas que me hacían falta sos la hermana que nunca pude tener, sos una de las personas más importantes de mi vida.
Sos el motivo por el cual la palabra amiga tiene sentido. Sos la que aunque esté apurada siempre tiene cinco minutos para darme, y por esto y mucho más tengo una sola palabra “Gracias”.
Gracias por quererme y gracias por ser mi amiga. Te quiero mucho.

Uribe

Por María Lydia Torti

Son tiempos de crecer, pero yo veo en el espejo el otro pueblo aquel que empezaba a poblarse en abanico, con la estación del ferrocarril del sur, hoy rueda de silencios.
Grandes bañados, campos cardosos y las casas que se hacían de barro y paja, cajones viejos y chapas de zinc.
Las calles sin empedrar y ni siquiera veredas tenían, sino un simple cerco de cina-cina o madreselvas.
Los pueblos de campo conservan la casas paternas, aunque estén en ruinas, y hoy hacemos una piadosa peregrinación. La gente es siempre la misma el zapatero, el almacenero. Los mismos de antaño los mismo que antaño repartían caramelos y galletitas.
No hay aquí una cosa que no sea conocida la del panadero, la del correo, los campesinos que hacen sus compras. Todos saludan amables.
Al poco de salir del centro placero está el campo, tan campo que nos admira por su infinitud. ¡Qué melancólicas llanuras! ¡Y que soledad de soledades compartidas!
El caballo, el sombrero halado, al paso y al palenque. La copa y casi sin hablar.
El cielo está lleno de tormenta y los eucaliptos y los pinos dan gemidos. Me gusta este gris y las fúnebres araucarias más que los sauces tiernos.
Me preguntan: “¿Le ha gustado el paseo?”.
“Me transporta a mundos ya vividos”, les contesto.
No sé si contesto disparates, pero me parece que me he elevado sobre la realidad, para afluir mi pluma y escribir sobre sentires repetidos y nuevos a la vez.
Es el espejo, yo ya lo viví y repito la escena.
Lo que puedo afirmar es que es cada día mejor la vida con encuentros como éste, porque nos permite vivirla más plenamente.